- La madre de los Libros
¿Por qué yo tendría que escribir un libro? Me pregunto y me pregunto y me respondo de mil maneras. No acierto ninguna. Quizás la única respuesta y la más sincera hasta ahora es la que escuché de un colega, refiriéndose al libro de otro. Para eternizarnos, nos dijo.
No he sembrado un árbol, a lo más dos perras muy queridas, Flora y Bella, madre e hija, debajo de uno -debo recordar el nombre- en la casa que ahora es un bello edificio, y en el cual viven dos amigas, por lo menos en la casa de Barranco, en la de 28 de julio, la propia, detrás de la Biblioteca Municipal, no en la alquilada, la de Junín 430, esa casa, ahí sigue, frente al Malecón, como monumento incólume a la persistencia.
Como no nací negociante y emprendedor, si no artista. La emprendí la empresa con el arte teatral y el absurdo: el laboratorio. No hice un buen negocio. Tampoco he tenido un hijo, pues los avatares de este mundo me lo impidieron, y supongo mi innato egoísmo personal, aunque al final de la vida me alegro, pues nada es gratuito. Cuánto hubiéramos sufrido ambos, no quiero ni pensarlo.
Éste será pues un libro sobre el hijo que no se pudo tener, o el matrimonio que jamás deseé, o sobre la pareja que nunca se consolidó, los negocios que no se emprendieron, sobre los viajes que no realicé, y los personajes que nunca fui. Será un libro que espero profundamente divertido y ameno, pues de acuerdo a la información profunda que dé, sobre las anécdotas, eso se puede lograr. Ameno y divertido. O quizás sea muy trágico, cuando les cuente lo que me tocó vivir, al lado de gente muy joven y entrañable, que decidió irse muy temprano. Ah, porque nadie se la crea, yo pienso que no nos morimos, nadie se muere, uno lo decide, aunque muchas veces, la mayoría ni se dé cuenta. Uno se cansa y basta, se va al encuentro de un aneurisma que es lo más trágico, o busca la muerte desesperadamente porque ya se cansó de ir contra corriente, en un mundo que cada vez nos exige ser lo más derecho posible. Y uno se encuentra con la máquina perfecta que de pronto se cruza en nuestro camino y uno iba así, tan distraído.
Cada vez tenemos más tarea, pues cómo uno ama profundamente a sus amigos que se van y se compromete con sus búsquedas, inquietudes y afanes, uno se siente obligado a llevarlo en sus recuerdos y en sus acciones. Y que sus sueños se cumplan. Sobre todo, que se realicen. Ya está claro que no soporto los velorios, los entierros, es decir toda esa parafernalia mortuoria que no nos hace más eternos, sino, parte del anecdotario nacional limeño, de cuatro gatos que somos.
Me dije: ¿por qué yo tengo que escribir un libro? o varios, o una guía para saber los que tendré que escribir en la siguiente década, porque ahora que escribía estas líneas, me di cuenta de que éstos escritos son sólo una guía para la vida, para mí, para recordarme todos mis parajes, que son muchos.
También hoy día cuando salí un rato de casa para comprar algo para comer esta noche y tomar un buen desayuno mañana, pensé por primera vez sin egoísmos, en todas las personas y generaciones, que me enseñaron de la vida y de cómo, aprendí de ellos, incluso de los más ladinos. No sé si me recordaré a todos; pero sí estoy seguro que me recordaré a aquellos que tejieron sus vidas con la mía.
Publicado: 2024-03-05
Escrito por
José Infante
Actor, Director, Productor, Gestor Cultural. Dorislovers y papá de Ana Belén, Killa y Trilce
Publicado en
MESTIZO
Proyectos y producciones vinculados a las artes escénicas, la educción y los derechos humanos